Berja y las Minas de Sierra de Gádor


Explotado ya por cartagineses y romanos, el plomo de la Sierra de Gádor comenzó a ser conocido en el panorama industrial español a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la Corona reclamó la administración directa de las minas y fundiciones del Reino de Granada.

Las condiciones de la Sierra de Gádor eran idóneas para la minería, además de por la riqueza de metal, por la virtual ausencia de agua subterránea (la mayor enemiga de las explotaciones) y por la dureza de la roca en la que se encaja el mineral, que hace innecesaria la entibación (apuntalamiento de galerías con maderas).



Hasta el final de la “edad de oro”, ya en la segunda mitad del XIX, el flujo de capitales generado fue ingente, propiciando el florecimiento de una burguesía local que acabó convirtiéndose en terrateniente. Esa herencia económica enlazará con el siguiente ciclo exportador almeriense, el de la uva. Berja, capital de la Alpujarra almeriense, atesora en su casco urbano numerosas casas señoriales de la burguesía minera.





En 1959 comienza en Berja la explotación más activa de las minas de Sierra de Gádor con la extracción de plomo y fluorita, este último con una riqueza superior al 70% y utilizada para cohetes, para abrillantar cristales,.... Antes de utilizarla para estos fines, en la antigüedad la fluorita únicamente se utilizaba para indicar donde se hallaba el plomo.

Los trabajadores accedían a las minas por una pista sin asfaltar desde la barriada de Castala, que conducía donde estaban asentados los lavaderos de mineral, desde allí por otra pista ya asfaltada llegaban a la explotación.

Ya en la explotación se encontraban los pozos de no mucha profundidad dotados de ascensores que facilitaban el acceso a las galerías. Solo en los últimos momentos, se pusieron en marcha explotaciones a cielo abierto denominados "zafarranchos" en aquellos lugares donde el mineral afloraba más en la superficie.

El lugar de destino del plomo fue sobretodo Cartagena (Murcia), sin embargo la fluorita tuvo un amplio abanico de destinos: el mercado estadounidense fue el principal, seguido de Italia, Holanda y Canadá, destinos que aceptaron la fluorita de Sierra de Gádor.

Podemos destacar la importancia de las extracciones sobre todo si miramos la continuidad de la actividad durante un prolongado período de tiempo, habiendo comenzado hornos castellanos (reverbero del país) para terminar utilizando los más avanzados hornos reverberos ingleses.


En la actualidad además de la tolva y la balsa, se mantiene en un buen estado una de las cámaras de combustión, y un horno completo. No obstante, lo más interesante es la compleja red de galerías de condensación, que conectaban los hornos con la ya desaparecida chimenea. La finalidad de estas largas galerías, presentes en todas las fundiciones de plomo, es doble: alejando la fuente de emanación de gases se reducían los graves problemas ambientales y de salud (cólicos “saturnales”), y con el enfriamiento del aire se conseguía condensar el humo en forma de partículas metálicas, aprovechándose residualmente.


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